miércoles, 22 de octubre de 2008

Con el perdón de los poetas (F)

La vieja computadora de mi hogar ha revivido. Ha hallado por fin su sitio en el nuevo departamento de mi familia, y luego de mucho tiempo, hoy me he sentado en ella. Fuera de su imagen tan distante de la moda actual, me ha hecho revivir viejos momentos. Buceando entre sus archivos, he encontrado muchísimos textos míos, de esos que hacía cuando "joven", obteniendo sentido en el alma con las teclas. Hay muchos cuentos inconclusos, y otros terminados que no valen la pena. Y vaya casualidad, hay muchos "poemas" (si es que se le puede llamar poesía a eso, un garabato de palabras en insolente oda a la cursilería). He elegido seis de los 18 que encontré. Debo confesar que disfruté leyéndolos, mucho más por lo que significa el remonto a viejas épocas que por su calidad, es obvio. Y he decidido colocarlos en mi Blog. Quizás por ofrecerles, de alguna manera, inmortalidad. O tal vez porque la inspiración no se viene acordando de mí muy seguido. Da igual. Aquí están. Para que se rían, se burlen; y para que el que me conoce desde hace mucho, descubra mi anatomía en esos "versos" que vienen fechados, y tenga conmigo, a la distancia, una cómplice mueca de melancolía.


1-Enigmas

Al futuro.

Llantos, rabietas, besos, felicidad.
Te imagino corriendo tras la pelota, mirándome a lo lejos, esperando mi aplauso.
Hay que jugar y reír mucho para contrarrestar las tristezas y las derrotas.
Los recuerdos, la indiferencia y los enigmas.
Dibujo en mi mente tu sonrisa.
La belleza de tu madre, sus ojos, sus manos.
Para nada mi insomnio y mi depresión.
Me tocó este sitio de cerros tristes y calles descuidadas.
De desempleo, violencia y oscuro aire.
Donde el que obvia más normas la pasa mejor.
Donde reinan la insolencia de las combis y la capacidad de arreglar por lo bajo con el policía.
De niño conservo el colegio.
Mi timidez, la amistad y la añoranza.
La extrema vagancia y las ganas de ir.
Mi primera ilusión no fue correspondida.
Llegó junto con mi adolescencia y me dejó el complejo y el miedo a la mujer bonita.
Los amigos llenaron mis tiempos de soledad.
Su abrazo, su fútbol, su mar.
Sus sueños.
De buen salario, whiskies, carros y balnearios.
La familia tan presente y tan distante.
El cariño, el festejo, los primos.
El chisme, la envidia, la muerte.
La propina del abuelo.
El primer amor es siempre igual.
Entregar hasta lo último y llorar al final.
Creer eterno el cariño y no coincidir con los tiempos ni los sueños.
Del mío las caminatas, el cine y las tostadas.
Las peleas, los celos y los errores.
No soy parte de ningún gremio.
Quizás estoy cerca de los desconocidos escritores a los que el talento les falta y sus obras son leídas por su fantasma de madrugada.
Alguna vez tuve ilusión.
Pero la vida se encargó a golpes de quitármela.
La felicidad es fugaz y con los años es más escasa.
Sabía antes de crearte que esto era así.
Fue un egoísmo pero me venció una vez más el temor a quedarme solo al fin.
Como herencia te dejo mis lágrimas y mis últimos chispazos de emoción.
La que te engendró alguna vez fue mi mejor compañía.
Me amó y la amé.
Espero entiendas nuestras aberraciones si nos ves de lejos hoy.
Si te causo lástima quiero que sepas que con tu existencia superaste todo lo que alguna vez deseé.
Y si algún día ya de grande me recuerdas dame el abrazo justo, sin hablar.
Ya estaré cansado y solo, esperándote para dar el paso al costado.
Rendido, soñando con algún recuerdo de niñez.
Una tarde de sol.
De San Bartolo, sus calles y su aroma a libertad.

Mayo 2002

2-De Maradonas y zapatos

A los platónicos

Le llamó la atención su blusa rosada.
Su tierno caminar y mirada coqueta.
La vio acercarse.
Él temblaba.
Su pecho veía nacer los primeros golpes de amor en sus cortos diez años.
No entendía.
Ella cada vez más cerca.
La misma edad.
Los mismos sentimientos.
Ella con su madre y él con su padre en una tienda de zapatos miraflorina.

Su conocida timidez se hizo más notoria.
Ahí frente al espejo de pies la observaba un poco.
La niña ni se inmutaba.
Le parecía extraño aquel muchachito con zapatos de fútbol y medias cochinas.
Se probaba los zapatos y no le gustaban.
Se engreía.
Él dejaba de soñar con Maradonas y Chavos del 8.
Había cambiado.
No hacía más que pensar en la niña.

Al acabar la compra la niña se fue.
Se olvidó del muchachito raro.
Fue feliz con sus zapatitos de moda.
El padre del niño le ofreció la comida más deseada y él no aceptó.
Sólo se miraba al espejo y se conocía.
Le interesaba su aspecto.
No se gustaba.
Luego los años pasaron.
La niña linda siempre la más linda del salón.
El muchachito siempre tímido y descontento.

Cada uno por su camino creciendo y enfrentándose al mundo.
A la niña linda el amor se le presentaba siempre.
Después de romper miles, le habían roto el corazón y se decepcionaba.
El muchacho siempre solitario.
Enamorándose en secreto.
Nunca correspondido.
Ella hermosa con su blusa rosada y él con fútbol y música triste.
Se ven a diario.
Ella lo piensa misterioso y le interesa.
En silencio él la ama.

Diciembre 2003


3-Un viejo encuentro

A mi infancia.

Tiene mi memoria un rincón poco visitado.
De oscuro aire, aroma natural y viejos caminantes.
De paisaje repetido y novedoso.
De sol luminoso y negra noche.

Tiene mi memoria un rincón de comienzos de año.
De primeras palabras, gritos y paseos.
De risas y mal humor.
De chocolates y rabietas.

Tiene mi memoria un rincón casi perdido.
De pólvora, abrazo y panetón.
De ligas y figuras duplicadas.
De árboles y museos.

Tiene mi memoria un rincón que renace.
De ausencia, melancolía y olvido.
De 20 y casi 5.
De seguridad y miedo.

Tiene mi memoria un rincón para la quinta.
De automóviles antiguos, malos vecinos y parques incoloros.
De resbaladera y óxido.
De La Romana y Monterrey.

Tiene mi memoria un rincón privilegiado.
De propinas, caramelos y caminatas.
De felicidad y admiración.
De Pueblo Libre y de mi abuelo.

Julio 2002


4-Un día insólito

Fue un día en apariencia común.
El sol despertó a los metódicos habitantes e hizo presagiar el calor y el sudor.
La alegría y las ganas de compartir.
Una mañana mansa a mi entender.
Vestido para nada para la ocasión me ganó el mal humor del pantalón negro en épocas de erisipela.
La tarde rutinaria envolvió mi cansancio.
No quise moverme más.
Me declaré muerto en vida en estas horas de panza llena y series de televisión.
Sin querer llegó la noche.
La intenté sentir de lejos.
No quise involucrarme en su magia.
Había algo en su mirada que me daba mala espina.

Fue un día en apariencia común.
El sonido del despertador a distintas horas fue odiado por cada trabajador descontento.
La mañana silenciosa.
El ruido de los pájaros y las bocinas se detuvo insólitamente.
Apurado emprendí el viaje hacia el malestar de escuchar sin escuchar.
El atardecer me fue llenando de pistas.
Era posible creer que en este día corriente algo distinto iba a suceder.
Me saludó el extraño personaje que vaga por la avenida.
El muchacho que pide limosna me ofreció una porción de su merienda.
La noche se mostró coqueta.
Mis pocas ganas de seguirla se convirtieron de pronto en necesidad.
Olvidé la flojera y quise golpearme con su ruido.

Fue un día en apariencia común.
Pero en mi casa me despidieron con miedo.
Olvidé las fotos de la billetera.
Mi mejor zapatilla no me quiso acompañar.
La tarde llegaba a su fin.
Sin cambios, todo mal.
Mala cara del profesor y absurdas bromas de los estudiantes.
Intrigado esperé que anochezca.
Al llegar al antro aparecieron en mi mente cada uno de mis movimientos durante este insólito día.
Aturdido y desconcertado a lo lejos divisé a la muerte.
Diez metros atrás siguiendo órdenes del demonio.
Disfrazado de mujer.
El día en que el amor murió.

Octubre 2002

5-Conocerte

A la reconciliación

Enamorarme fue encontrarte.
Un amanecer tu imagen.
Un despertar tu voz.

Conquistarte fue luchar.
Un escondite a mi inseguridad.
Un antifaz a mi oscuridad.

Tenerte fue gozar.
Recibir tu alma.
Sorprenderme con tu entrega.
Tus labios un sueño.
Tu anatomía una ilusión.

Mantenerte fue sufrir.
Una constancia mis celos.
Una aberración mi obsesión.

Despedirte fue un impulso.
Un masoquismo mi actitud.
Una equivocación mi auto confianza.

Recordarte fue llorar.
Sufrir mi adicción.
Añorar tu calor.

Nuestro tiempo fue fugaz.
Larga mi soledad.
Irremplazable tu presencia.

Febrero 2003

6-Preludio de un adiós

A la niña de los ojos verdes

Verde y castaño.
Sonrisa celestial.
Rostro incansable.
Majestuosa mirada.
Dulce caminar.
Melodía al hablar.
Eterna luna llena.
Manos de ceda.
Ojos luminosos.
Belleza sobrenatural.

Eterna oscuridad.
Rostro maltratado.
Pasado tormentoso.
Excesiva timidez.
Afligido atardecer.
Nada que ofrecer.
Desafinado al hablar.
Ojos tristes.
Manos de cartón.
Resignado corazón.

Lejanía.
Soledad.
Melancolía.
Preludio de un adiós.
Inminente desconsuelo.
Celos.
Admiración y desprecio.
Luz y sombra.
Imposible.
Tú y yo.

Abril 2003

martes, 7 de octubre de 2008

Resurrección (Y)

A la persona que durante este período de ausencia, ha ingresado una y otra vez en búsqueda de un nuevo texto. Bueno, si acaso existe.
Culpar a la ingratitud por el prolongado tiempo sin contactarnos es una lisura. Me escudo, como siempre, aduciendo a mi más porfiado demonio: la dejadez. Convertida con el correr de días negros, en una especie de depresión. A veces creo que nunca podré superar ese sentimiento. Una hábil mezcla de frustración, miedo, tristeza; con un toque de certezas ineludibles, que se apodera de mi anatomía de vez en cuando. Siempre hay una razón más fuerte, en ocasiones evidente, que esparce su virus contagioso en cada célula de mi alma. Y cuando la enfermedad se expande, la tos es asma, y lo pequeño se agiganta.

Siempre he pensado que todas las etapas, sobre todo las malas, vienen cargadas de un aprendizaje. A veces es bueno tocar fondo. Besar la tierra para levantarnos. Para decir basta. Por eso no puedo catalogar a este tiempo como olvidable. Todo lo contrario. Hoy que he decidido despertar, llevo en mi maleta la pesada carga de mis últimos días, y su semblante cabizbajo, atontado, me inclina a cambiar la frecuencia, a crear un nuevo personaje para el enigmático repertorio de mi vida.

He querido disimular con algunos, ser sarcástico con otros. Un fantasma para varios. Hay momentos en los que no es necesario ser evidente. Los que saben de tus miedos, la que te acepta tal como eres, el juez y parte de tus vicios, entienden. En situaciones así no hay quién te pueda lanzar el flotador, sólo queda, desde la otra perspectiva, dejar que el tiempo pase, que los susurros de la primavera se encarguen de ofrecer la clave para encontrar, dentro de uno mismo, la solución. O acaso, la sana resignación.

Alguna vez leí, o me contaron, o lo escuché por azar, un consejo que decía que cuando una voz interna te susurra al oído que lo que profesas es en vano, que tu arte es insuficiente y carente de valor, lo utilices. Canta, pinta, escribe. Y así, la voz se apagará. Trataré de tomarle la palabra. Que las energías negativas descansen por un buen rato, porque yo esta vez, pese a mi personalidad apegada a la rutina y la quietud, me he cansado de ellas.

He vuelto.