lunes, 14 de febrero de 2011

Todos somos Ronaldo (Y)

Ronaldo acaba de decirle adiós al fútbol. Lo ha hecho entre lágrimas, aburrido de tanta lesión y de la pobre imagen que ofreció en sus últimos partidos. Nos ha partido el alma a los que crecimos con él. Se ha ido nuestro primer Maradona (el segundo es Messi). Todos tenemos anécdotas con Ronaldo. Todos nos cortábamos a ras el pelo para imitarlo. Todos lo usábamos en el Winning pese a que su estado era siempre de color plomo, pues pasó varias temporadas sin jugar por sus malditas lesiones. Todos nos sorprendimos de su mágica reaparición en el 2002. Y todos después nos dijimos que habíamos sido unos estúpidos por sorprendernos, ¿acaso no lo conocíamos? Todos gritamos su gol número 15 en los Mundiales. Todos festejamos que Klose se haya quedado en el camino por igualarlo. Todos soñábamos con la Kappa del Barcelona. Todos nos compramos en Polvos Azules la réplica de su número 11 en el Madrid. Todos llegamos a la conclusión de que el 99 era un buen dorsal si era rossonero y llevaba su apellido. Todos nos ilusionamos con el quimérico título en Copa Libertadores del Corinthians. Todos teníamos 13 años cuando lo conocimos una tarde de verano y decidimos adoptarlo. Todos tenemos ahora 28 y vemos en su despedida una connotación de los ciclos de la vida que nos deja sin excusas. Todos hemos buscado en nuestros baúles una digna manera de homenajearlo. Y todos hemos encontrado este artículo que hicimos todos una madrugada del 2002, cuando tener 20 años significaba seguir disfrutándolo, y tener la dicha de ver un último Mundial sin responsabilidades que atender. Todos decidimos reproducirlo (y eternizarlo) en este blog que sabe alguito de fútbol y mucho de agradecimiento. Y todos nos volveremos a emocionar leyéndolo pese a las fallas en la redacción, y volveremos a encontrar en la vida un nuevo motivo para decir que sí, todos somos Ronaldo. Ayer, hoy y siempre.
Al “Fenómeno”, gracias por tanto papá! Los mitos del fútbol nunca se extinguen.
Apareció Ronaldo


Con el correr de los años mi visión del fútbol se ha ido perfeccionando hasta haber encontrado mi propio estilo. Mi propio estilo de equipo perfecto, mi propio estilo de buen jugador, mi propio estilo de emoción. Soy admirador del buen juego, del juego ofensivo. Me gustan los equipos que son contundentes en ataque y no tan recatados en defensa. Me encantó el Ajax del 94-95 con una generación de jugadores espléndida, que de la mano de Van Gaal llegaron a ser campeones de Europa y del mundo una temporada, y la siguiente quedaron segundos. Admiré mucho el orden táctico que propuso Fergusson en el Manchester las temporadas 99 y 2000, que con un esquema ordenado, casi insuperable atrás, se dio maña para convertir a su equipo en uno de los más ofensivos del mundo. Campeón de Europa y del mundo también, e innumerables campeonatos locales. De todos los jugadores que vi en mi ya considerable trayectoria de ocho años entendiendo fútbol, el que más me ha emocionado ha sido sin duda Ronaldo.

Como todos, lo vi en su mejor momento la temporada 96-97 en el Barcelona, donde sencillamente era imparable. Estaba asombrado de ver a un jugador con una potencia física avasallante y aparte, una técnica mágica, digna de crack brasilero, y un olfato de gol propio de los dioses. Ronaldo fue la década pasada el mejor jugador sin duda. Lejos. Una lesión nos lo robó. Sus incontables esfuerzos por regresar caían en la pena de verlo salir del campo en camilla, con lágrimas de dolor que seguramente compartíamos.

Hoy, en Japón-Corea, los amantes del buen fútbol hemos vuelto a sonreír. Ante tanta mezquindad de técnicos defensivos y jugadores simples y amarretes, ha aparecido entre las sombras, Ronaldo. Su carisma, su pelada y sobre todo, su juego, han hecho que este Mundial obtenga valor, porque su sola presencia con la 9 “verdeamarelha” nos llena de satisfacción.

Con Alemania ya instalada en la final, Brasil veía en Turquía a su último escollo hacia el camino anhelado. Luego de un partido muy cerrado en donde los turcos se mostraban seguros atrás e inquietantes en ofensiva, a los 4’ del segundo tiempo aparecería la magia. Un desborde de Gilberto Silva acabó con el balón en los pies de Ronaldo unos metros antes del área. Sin despegar el balón de sus botines y con un par de amagues indescifrables, dejó en el camino a tres defensores turcos y se introdujo en el área. Justo antes de la barrida final del último hombre turco, el “Fenómeno” punteó el balón y este se coló en el ángulo izquierdo de Rustu. Partido resuelto. 1 a 0 para Brasil.

Pese a que fue un buen rival, Turquía no pudo contra el peso de la historia. Parecía que el destino quería que Brasil esté en la final, por tercera vez consecutiva además. El equipo de Scolari es candidato serio a ser el campeón. Ya encontró lo que se buscaba y no aparecía en el Mundial: un equipo ordenado tácticamente. Que sumado al peso de sus individualidades, que aparecieron desde el comienzo del torneo, es muy difícil que sea superado. Hoy rindieron todos. Marcos seguro cada vez que fue intervenido. La defensa muy ordenada, segura. Cafú y Roberto Carlos en una doble función de volantes ofensivos y de marcadores defensivos extraordinarios. Klébersson le ha dado al medio campo más marca, pero a la vez más variantes. Gilberto Silva ya es una realidad. Rivaldo, pese a exagerar con la jugada individual, se encuentra en gran nivel. Y Ronaldo ahí. En lo suyo. Pasó desapercibido en el primer tiempo, pero cada vez que la tocó hizo daño. Hizo el gol y no apareció más. Pero definió el partido. Definió la semifinal.

Se nos viene una final esperada. Los equipos más ganadores en la historia de los mundiales se enfrentan por primera vez. Ambos a la espera de su séptima final. Un partido para cualquiera, pero si los sudamericanos amanecen inspirados, lo ganan seguro.

Por ahora deleitarnos con el regreso del hijo mimado. De aquel muchachito con sonrisa bonachona y dientes grandes que una vez fue considerado como el heredero al trono de las grandes figuras. En lo que a mi respecta, ya se quedó en mi memoria como el mejor de todos. El resumen a mi propio estilo de grandeza. La perfección ante la exigencia de mis ojos sedientos de goles y jugadores hermosos, diferentes. Con arte y magia. Un genio. Simplemente Ronaldo.
Gabriel, 26 de junio del 2002