martes, 26 de octubre de 2010

No es lo mismo (Y)

"Vivir es lo más peligroso que tiene la vida".
No recuerdo exactamente cómo dejé de ser hincha de Alejandro Sanz. Cuándo empecé a entender a sus críticos. Cuándo lo fui dando de baja de mis estuches de discos. Sin duda fue en mis primeros asomos al mundo de la adultez, al descubrir que en el amor y en la vida el territorio deja cada vez menos espacio para las “princesas de un cuento infinito”, y que la ondita atormentada del “Qué no te daría yo” no me servía para nada. De la mano de “Más”, su mejor material discográfico, Sanz se inmiscuyó en mis desvaríos adolescentes “Pisando fuerte”, y al son de temas como “Si hay Dios”, “Aquello que me diste” y “Corazón partío”, me regaló, al menos en el rubro musical, una sentencia muy difícil de alcanzar a esa tormentosa edad: la pérdida del miedo al qué dirán. Mientras mis contemporáneos se esmeraban en moldear su disfraz de rebeldía y “alpinchismo” dejando por sentado su virilidad y su desprecio a todo lo que consideraban cursi, a mí no me temblaba el labio cuando declaraba que me gustaban las canciones de un hombre que volvía locas a las mujeres dejándoles la huachafa duda de “¿Y si fuera ella?”.

Es muy fácil imaginar las razones por las que Alejandro Sanz conquista a sus fanáticas: es melodioso y romántico, y físicamente tiene la pinta de ser alguien alcanzable. No es Brad Pitt ni Jude Law. Es un hombre que roza el metro setenta, de pelo negro y bastante orejón, pero hay algo mágico en su voz y en su look de inofensivo conquistador que las atrapa. ¿Pero qué tiene o tuvo conmigo para volverme uno de sus fieles hinchas?

Con la reflexión del presente he llegado a la conclusión de que los atributos del intérprete de “El alma al aire” en mi caso estuvieron ligados a su mensaje de perdedor crónico. En un muchacho como el que fui a los 16 años, atiborrado de complejos y con el deseo explícito de palpar los cuerpos de cuanta mujer se me ponía enfrente, aunque acostumbrado a terminar invicto todas las noches de cortejo, el hecho de enterarme de la existencia de un cantante que en la gran mayoría de sus hits sucumbía ante el amor pero que cosechaba fanáticas en gruesa cantidad, fue muy liberador. Sanz no es Sabina y su “tenían razón mis amantes en eso de que antes el malo era yo”, ni tampoco Calamaro cuando es capaz de decir “yo no quise lastimarte, solamente te dije que no”. A Sanz su novia le pone los cuernos luego de irse de viaje sin él a un hotel “tan romántico y lujoso”. Sanz extraña “Ese último momento”. Sanz recompensa al estúpido que llevamos dentro alguna vez todos los hombres que nos resignamos al adiós diciéndole a su chica “tú sólo has actuado, y yo aún sabiendo que mentías, me callé”.

La gasolina de mis actos, generada en esencia desde mi niñez pero moldeada en mi adolescencia, tiene mucho que ver con la resignación, con la baja autoestima, con el miedo. Y en ese auto pequeño e incoloro que fue mi vida largo tiempo, Sanz calzaba perfecto. Como el amigo cómplice que te sube los ánimos manifestándote que él anda peor. Entonces, mientras miraba desde muy lejos a la chica que me tenía loco, o me amparaba en el retraimiento para no socializar en mis primeras jornadas universitarias, o me era muy difícil creerme capaz de alcanzar un logro cualquiera, inspeccionaba por toda la carrera musical de Alejandro Sanz antes de “Más”, y le daba incontables oportunidades a las canciones olvidadas de sus siguientes discos por el mero placer de sentirme un conocedor.

No es coincidencia que mi fidelidad hacia Sanz haya disminuido con los años. “A golpes contra el calendario” tuve que ir escapando de la burbuja mediocre y pesimista en la que me venía hundiendo, y comprendí que el amor, fuente de la vida, es una batalla en la que no nos podemos dar el lujo de mostrarnos desarmados. E inevitablemente desalojé del primer lugar de mi ranking musical al buen Alejandro, reemplazándolo por otros intérpretes que lograron tocarme el alma con la fuerza de sus letras, con analogías hacia situaciones “de verdad”, al punto en que llegué a catalogar a “El hombre que no podía dejar de masturbarse”, de Daniel F, como la canción de amor por excelencia.

En el rol que he decidido interpretar hoy que tengo 28 años y una hija pequeña, la carga negativa tiene que desaparecer. En el rol que he decidido interpretar hoy que le toco las puertas a la base tres y soy un hombre sin mujer, la melancolía está prohibida. En el rol que he decidido interpretar hoy con la certeza de que la vida está repleta de momentos dificilísimos, Alejandro Sanz y su devoción por el sufrimiento deben descansar en el baúl de mis recuerdos más sinceros, esos que sólo aparecen “Cuando nadie me ve”.

Este 2010 Alejandro Sanz ha sacado un nuevo disco: “Paraíso Express”. Luego de tres años de ausencia, tres años fundamentales en mi desarrollo personal, ha reaparecido en las radios, y lo he escuchado por primera vez con el oído de un hombre adulto. Y no lo voy a negar: me ha vuelto a atrapar. Pero esta vez sin al vaho del pesimismo, esta vez a sabiendas de que a las dificultades hay que ponerles el pecho y que está vetado el que se estaciona en las tristezas. Entonces he llegado a la conclusión de que ni en mil años dedicaría “Desde cuándo” (su tema más romántico) a nadie; me he ilusionado pensando que aunque aún no me la presentan, existe la mujer por la que tendrá sentido en mí “Sin que se note” (su tema más ganador); y no ha sido necesario que me confirmen o me desmientan que “Tú no tienes la culpa” (su tema más sincero) lo escribió pensando en Manuela, su primera hija con una mujer que ya no es más su mujer.

El último sábado se presentó en el estadio Monumental, y me obsequiaron una entrada. A riesgo de posicionarme para muchos como un homosexual aún en el clóset, debo confesar que sería la cuarta ocasión en la que acudiría a un concierto de Sanz, desde el 2001 por su gira “El alma al aire”, el 2004 con “No es lo mismo” y el 2007 con “El tren de los momentos”. Pero por primera vez lo hacía sin la efusividad de antaño. Y eso me dejó la calma de sentir que he crecido, y superado mi relación con el que fue durante mucho tiempo la insignia de mi derrota. Porque en el 2001 era un inexperto, el 2004 un hijito de papá, el 2007 un hombre al que se le acababa el crédito de sus excusas y este 2010, “Viviendo deprisa”, me ha recibido con una racha inacabable de situaciones muy fuertes, pero pese a todo, de pie.

En un momento del concierto fue inevitable retroceder en el tiempo y sentirme de nuevo el adolescente temeroso que lo idolatraba, el aprendiz de conquistador que dedicaba “Aquello que me diste”, el muchacho con el corazón roto que una tarde de verano del 2003 adoptó a “¿Lo ves?” como el himno de su pesar, el viajero que no pudo ser feliz del todo en Argentina porque “Buenos Aires me dolió, pienso tanto en ti”, el soñador que alucinaba con cargar a su hijita mientras le susurraba “Y sólo se me ocurre amarte”, el enamorado que no deseaba ni imaginarse lo que sería sentir en carne viva las desgarradoras estrofas de “A la primera persona”. Al ritmo de Sanz empecé a recordar lo vivido desde el 2001 hasta este 2010, y volvieron como en una película vieja todas esas imágenes. “Todas menos una, que se olvidó de mí”.

Y cuando mi cerebro le estaba dando cabida a la depresión y al lamento, pensé en mi hijita Inés, que es el mágico emblema de todo lo complicado y hermoso que me queda por vivir. Entonces miré fijamente a la pantalla gigante del concierto en un primer plano del cantante al que había venido a “saludar”. Lo descubrí con varios kilos demás, el pelo algo entrecano y una sonrisa cómplice que me indicó que lo que fui no es lo que soy. Y le prometí en silencio que jamás me volvería a contagiar de su tristeza. Nunca más, Alejandro.

“Míranos aquí diciendo adiós”.

domingo, 3 de octubre de 2010

Siete rimas (F)

De todos los géneros o estilos abarcados por la escritura, la poesía es el que siento más distanciado de mí. Por esta (quizás) única vez, dejo el formato habitual a cambio de estos textitos que por respeto a los poetas, no puedo llamar poemas. Habrá que tomarlos como lo que son: un ejercicio atrevido.




1- Inés

Ni aún mintiendo te alcanzo
muñequita de tinta y dolor
en tus ojos obtengo el descanso
que ni en sueños me ofrece el amor

Me golpea aferrarme a la calma
a mitad de carrera dormí
lo intento y entrego mi alma
por salir del infierno por ti

Pedacito de cielo en verano
en tu mirada empeño esta mano
inspirada en tu próximo mes

Imaginas en mí la grandeza
y te escribo la palabra belleza
que no alcanza a rozarte los pies.


2- Domingos

Almohadas sin rastros de besos
con meriendas al vuelo y silencio
que me vienen calando los huesos
como si bastase con poco de aprecio

Nombras un mundo por conquistar
de pasajes a anhelos de satisfacción
Y me subo a tu idea sin poder reprochar
que adiós no significa emoción

Pero me contagias de finos sabores
de nuevos estímulos bailando en colores
con permiso a morder la manzana

Y ya no siento tan fría tu mano
aún sabiéndome poco cristiano
que moriré al terminar la semana.


3- Viejo

Vale más el que no discrimina
que el poderoso en perfumes y cremas
Me lo dijo allá arriba en la cima
y lo confirma sumido en problemas

No me legó su capacidad de luchar
la virtud de sacar adelante un partido
Dejo todo por verlo ganar
aunque nunca se da por vencido

Ya le dio la vuelta a la vida y repite
de memoria me sé su consejo
afectuoso como rayo de sol

En mi corazón él con nadie compite
sabe tanto y le pido a mi viejo
que me cuente de nuevo su gol.


4- Salmona

Le tendrá que gustar Calamaro
por si le nace un reclamo furioso
cuando note en mi andar algo raro
la que arriesgue a sumarse al negocio

El paquete parece agradable
pero esconde mentira y maldad
yo defiendo con uñas y sables
el importe de mi libertad

Advertir siempre será positivo
aunque a veces nos falte un motivo
Andrés siempre me da una canción

Ahora sólo a esperar la condena
pues para la desilusión y la pena
suficiente con un corazón


5- María

Esforzado en seguir en tu juego
de bombardas a la melancolía
sólo por ti me revelo ante el fuego
y da igual si te llamo María

A tu lado me siento un desastre
pero cuántos recuerdos y risas
añorando encontrarte en la tarde
para mandar a la mierda a la prisa

Qué virtud la de algunas mujeres
de conquistar aunque pasen los años
renovándose en mar de promesas

Te regalo mi tiempo si quieres
aunque sé que prefieres a extraños
no me cansa soñar que me besas


6- Rutina

La rutina es una amarga señora
rencorosa ante malos momentos
no distingue ni ocasos ni aurora
en su afán por llevarte de encuentro

Te golpea y te obliga a olvidar
que algún día estuviste en su cama
empeñado en querer contentar
sus más arduos caprichos de dama

Lo mejor de empezar es mentira
en la balanza el amor nunca pesa
y se torna en chispazos de ira

Lo peor del final es la duda
el temor de saber con certeza
si ha llegado la hora más cruda


7- Adiós

No habrá tiempo de adioses ni duelos
es urgente cerrar el cajón
la ventana se lleva los cielos
compartidos en satisfacción

En reemplazo aparece el momento
de embusteras e impías mejillas
frente en alto sin mentirte te miento
si te digo que no hay más cosquillas

Queda viuda la mitad de mi piel
sometido al perdón ignorado
me resigno a tus gestos de hiel

Me conoces en todo y lo sabes
parte mía ya está con candado
pero no me devuelvas las llaves