lunes, 3 de enero de 2011

2011 (Y)

El que pasó fue un año camaleónico. Fui un inexperto, un conviviente, un esposo, un hombre de familia, un hombre en peleas, un moribundo, un divorciado. Fui un futbolista venido a menos, un cantante de duchas y pasillos, un blogger esporádico, un caminante, un usuario de buses enormes. Fui un decepcionado, un “decepcionador”, un melancólico, un rencoroso, un resignado. Fui unos lentes de contacto, un guatón, un ser que encontró su primera cana. Fui un asalariado, un ocioso, un soñador, un emprendedor, un conformista. Fui un conductor renegón, un conductor apurado, un conductor saltarín, un conductor asaltado. Fui un solitario, un hombre libre, un egoísta con licencia. Fui un soltero. Un soltero agazapado, un soltero tímido, un soltero perfil bajo. Un soltero monse, un soltero floro monse, un soltero lenteja. Un soltero atrevido, un soltero ganador, un soltero hostigante, un soltero feliz. Fui un barranquino. Fui un san bartolino. Fui un limeño irresponsable. Fui un aliancista. Y sobre todo fui el súbdito, el hincha y el papá de Inés.

El 2010 ha sido el año más intenso de mi vida. Nunca antes había atravesado por tantos cambios, por tantas pruebas duras. Aún con la resaca de los feriados y de mis minivacaciones, he llegado a la conclusión de que dentro de todo lo triste que me pasó, fue un buen año. Un año clave. Recibí las 12 al lado de tres hombres en situación parecida a la mía, y todos, a nuestra propia manera, coincidimos en afirmar que el 2010 había sido el año en que por fin nos dimos cuenta de qué iba la vida, que el relajo y la despreocupación habían quedado en el pasado, y que no volverían. En mi caso, obviamente, el punto clave fue la llegada de Inés a mi mundo, que sumada a la despedida de su mamá, se convirtió en un renacimiento para mí. Soy otra persona. Y aunque el futuro incierto me llena de miedos antiguos, la luz de mi niñita me ofrece un arma nueva e infinita para contrarrestarlos.

Enero llega con los bríos del cambio, de la vuelta de página. Es por eso que prefiero obviar detalles de lo ocurrido en el 2010 para pensar con buen viento en el 2011. A vivir el presente. A ser menos camaleónico, pero a reinventarme positivamente siempre. A nadar en ese tormentoso mar con la meta tatuada en la frente: ser feliz para poder hacer feliz a Inés. ¿Qué otro aliciente necesito? Bienvenidos los que quieran sumarse a mi travesía. Tendrá altas y bajas. Habrá calma y revolcones. No prometo un jardín de rosas ni tampoco la sucursal del infierno. Ofrezco, eso sí, un camino constante, porque no voy a rendirme nunca.

Feliz 2011

1 comentario:

  1. Feliz año...
    Después de un año así no hay duda que el 2011 será un año emocionante y lleno de cosas buenas.
    Beso

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