jueves, 7 de agosto de 2008

Por más que digan que no es una virtud (Y)

A Rengi, que me vendió la entrada.
Soy fanático de Tierra Sur. Me he ido dando cuenta de eso desde hace unos seis años, cuando reapareció en mi repertorio un disco de esa banda liderada por Pochi Marambio, y noté que me sabía de memoria muchas de sus canciones. Luego los he seguido en distintos conciertos, y me han enganchado hasta situaciones inimaginables, como colocarme en primera fila a cantar y bailar cual ferviente seguidor de la cultura rasta. En cuestiones musicales soy muy patriota, y suelo dedicarle minutos a grupos o cantantes de nuestro país, pero hoy, más cuajado en mis emociones y gustos, puedo decir que Tierra Sur es mi favorito.

Mi cariño por la banda data de mis primeros años escolares, en Los Reyes Rojos. Tierra Sur solía presentarse a ofrecer conciertos en mi colegio. Los recuerdo por el año 90 o 91, siempre con Pochi a la cabeza, cantando “Raíces, Rock y Reggae” o “Mi marimba”, deleitando nuestras clausuras y poniendo a bailar al son del reggae a incontables mocosos, que venerábamos a ese grupo que aún no había alcanzado la fama por “Llaman a la puerta” o “Piraña”.

Por ello, casi subliminalmente, me sabía de memoria muchas de sus canciones, cuando fuera del colegio, redescubrí un disco de ellos. Y ya con un paso a la adultez, he prestado mayor atención a la mística de sus temas. A sus mensajes peace and love. A sus instrumentos y a esa capacidad por predicar el reggae, género musical cuya mayoría de exponentes (abanderados por el eterno Bob Marley), interpreta en inglés, en peruanísimo castellano. El reggae, una cultura, un estilo de vida que tiene un poco de rock, un poco de jazz y mucho de África, y que genera alegría y ganas de moverse entre los mansos oleajes de la paz, no puede ser exclusivo. Y lo sabe Tierra Sur.

Ayer he estado en un concierto de Tierra Sur realizado en “La noche” de Barranco, y que para variar, tuvo relación con Los Reyes Rojos. Uno de los hijos menores de Pochi acaba su escolaridad este año, y con miras a juntar fondos para el viaje de su promoción, logró convocar a la banda para un concierto en el que si se les pagó algo, fueron un par de jarras de cerveza y algunos chots de pisco ofrecidos por uno que otro padre de familia. Fue inevitable acordarme de las clausuras de antaño. Sobre todo cuando Pochi llamó al escenario a sus hijos menores para que lo acompañen en alguna canción. De inmediato volvieron a mí las imágenes de un concierto en el que hizo lo mismo con Alec y Noel, sus hijos mayores, que por ese entonces estaban en quinto de media, y que hoy en día son indispensables en Tierra Sur. Así comprendí por qué soy tan hincha. Mi unión con la banda tiene mucho sabor reyrojino, y mis entrañables épocas en esa escuela son para siempre. Por eso festejé más que el resto cuando Pochi dijo, casi al finalizar el concierto, que ellos estarán con Los Reyes Rojos siempre, por más que sus hijos acaben el colegio.

Hoy en día Tierra Sur ha cambiado. Han ido rotando músicos, y tal vez de aquel primer grupo que observé cuando estaba en cuarto grado de primaria sólo queda Pochi. Pero el ritmo es el mismo. El sentimiento es el mismo. Tierra Sur descansa en el talento de Alec y Noel, con el bajo y la guitarra, y en la potencia de Constantino Álvarez (como los dos anteriores, ex reyrojino) en la batería. Además cuenta con un muy buen tecladista y una saxofonista que no desentona jamás. Y la fruta del postre es su encantadora corista, quien además nos deleita con sus geniales dotes en el cajón.

Si hablamos de canciones me quedo con “Humanidad”, tema sólo algunas veces interpretado en conciertos, y que describe el sentimiento por la humanidad diciendo “tu locura me tortura, me hiere, y aún así te amo”. Después es imposible no mencionar “Reggae mama” (antes de andar quiero yo bailar), “Ella tiene reggae” o “Mi marimba”. “Canto a los santos” está llena de positivismo, y con el negroide floreciendo (no son ideas nomás), se canta a pulmón abierto, “voy a rezar a los santos, pa’ que todo salga bien, que mi país se levante, y el tercer mundo también”. “Raíces, Rock y Reggae” es brutal, y dice algo parecido a “tengo para dar, raíces, rock y reggae, traigo mi música, y te la entrego a ti”. Y bueno, “Hierba mala” es un himno, y hasta al más parroquiano de los monaguillos le provoca escucharla con el aire de la marihuana cerca.

Sólo me queda agradecer a Tierra Sur por enseñarme que con el reggae también puedo disfrutar, y por abrir mi apetito por intérpretes como Don Carlos o Alpha Blondy, geniales dioses rastas que antes de Pochi, los hubiese catalogado (incultamente) como simples viejitos hierberos. También a los muchachos de quinto de media de mi cole que organizaron el concierto, por brindarme la oportunidad de terminar un día particularmente malo en mi vida, saltando adormecido y eufórico pa’ que todo salga bien. Por más que digan que no es una virtud, a mí me gusta Tierra Sur.

Este texto no podría acabar de otra manera: “Tieeerraa, tieerraa sur. Tierra de soooooool, y cielo azuuuul".