A Roka, viejo de m...
Lo conozco desde que llegó al mundo, pero los últimos años hemos jugado a intercambiar roles. Acaso por su disfraz adusto y mi tendencia a la inmadurez, un tanto por la aglomeración de bellos en su rostro y mi pálido bigote. Fuimos primos muchos años, cuando compartíamos en Las Bahías una casa inmensa y nos sumergíamos en apasionados partidos de fútbol en un mítico terrenal. Cuando soportábamos las huellas de los tropezones en bicicleta por maltratadas aceras, y las tortas de cumpleaños se adornaban con lentejas o chinchines. Nos hicimos hermanos en otra casa, coincidiendo en el infortunio de mujeres inalcanzables, y alargando nuestros sueños y desidias hasta la una de la tarde. Ya éramos íntimos cuando el alcohol desinhibía los elogios y los cariños, y algunas chicas deambulaban por nuestro lado. Nos rompieron el corazón y fuimos mutuos escudos. Conocimos los placeres y pecados de la noche, nos involucramos en la caspa de la fiesta, nos separamos pero supimos siempre con quién volvía el otro a casa.
Conservo en el alma aquel parque de nuestros inviernos infantiles. Mi gol de tijera para impresionar a sus amigos, los odiosos vecinos, las pizzas, el cine, los mixtos y las galletas Dorés con manjarblanco que en mi casa no existían. Las idas al Rancho o a la Granja Villa, donde fui su copiloto en los chachicars. Mucho antes, su bendito juego de adivinar las marcas de los autos y los Milkiway que devorábamos a escondidas. Los cebiches en Alfresco, el aire acondicionado de Sted Service y la supuesta huella de bala que amenazó con liquidar a Mario Barackus.
Coincidimos en la universidad, a veces sólo nos tocábamos la bocina y enfrascábamos cómplices sonrisas. Otras veces nos tirábamos la pera para el famoso Winning y su tertuliana antesala. También éramos cracks de La Secona y defendimos a la facultad de comunicaciones en algún campeonato. Cuando me quedé solo, la universidad no fue la misma. No había a quién saludar con sincero afecto en el estacionamiento. No había con quién comentar mis estreses ni mis mañas con el pisco para enfrentar a mis demonios.
Cuando dejó el país lloré un día entero. Nos despedimos un lunes y mi rostro estuvo acongojado hasta el martes. Supe que mi vida estaba cambiando. Que una etapa fundamental se me escapaba. Sólo jugábamos a intercambiar roles, pues yo como mayor, le di las alas, lo dejé partir. Su cielo se tornó azulgrana pero ambos sabemos que por nuestras venas corre sangre blanquiazul. Hoy que se cumplen las bodas de plata de su existencia sólo le pido a la vida que siga su curso exacto y él esté presente cuando a mí me toque partir. Que también me llore harto, me dedique una plegaria en su particular religión y me arroje flores con el pensamiento para siempre.
Hoy que es su cumple yo sí quiero Paris con aguacero. El sol se va diluyendo en el terruño que forjó nuestra amistad y para mí es feriado, como cada 12 de febrero.
Conservo en el alma aquel parque de nuestros inviernos infantiles. Mi gol de tijera para impresionar a sus amigos, los odiosos vecinos, las pizzas, el cine, los mixtos y las galletas Dorés con manjarblanco que en mi casa no existían. Las idas al Rancho o a la Granja Villa, donde fui su copiloto en los chachicars. Mucho antes, su bendito juego de adivinar las marcas de los autos y los Milkiway que devorábamos a escondidas. Los cebiches en Alfresco, el aire acondicionado de Sted Service y la supuesta huella de bala que amenazó con liquidar a Mario Barackus.
Coincidimos en la universidad, a veces sólo nos tocábamos la bocina y enfrascábamos cómplices sonrisas. Otras veces nos tirábamos la pera para el famoso Winning y su tertuliana antesala. También éramos cracks de La Secona y defendimos a la facultad de comunicaciones en algún campeonato. Cuando me quedé solo, la universidad no fue la misma. No había a quién saludar con sincero afecto en el estacionamiento. No había con quién comentar mis estreses ni mis mañas con el pisco para enfrentar a mis demonios.
Cuando dejó el país lloré un día entero. Nos despedimos un lunes y mi rostro estuvo acongojado hasta el martes. Supe que mi vida estaba cambiando. Que una etapa fundamental se me escapaba. Sólo jugábamos a intercambiar roles, pues yo como mayor, le di las alas, lo dejé partir. Su cielo se tornó azulgrana pero ambos sabemos que por nuestras venas corre sangre blanquiazul. Hoy que se cumplen las bodas de plata de su existencia sólo le pido a la vida que siga su curso exacto y él esté presente cuando a mí me toque partir. Que también me llore harto, me dedique una plegaria en su particular religión y me arroje flores con el pensamiento para siempre.
Hoy que es su cumple yo sí quiero Paris con aguacero. El sol se va diluyendo en el terruño que forjó nuestra amistad y para mí es feriado, como cada 12 de febrero.
San Bartolo, 12 de febrero del 2009.
Me erizaste la piel mi querido Gabrielillo, mis felicitaciones por tanta emotividad.
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