A los flojos. Para que me lean.
Me arrancaría un instante la mentira, alejaría la soledad. Tus ojos de plata, al girar, han alumbrado el farol, en mi sombra, en mi ropa, en mi río interior. Pequeña fruta prohibida, el enigma, la curiosidad, el egoísmo, derrotan mis convicciones, generan mi huida, y te quiero alcanzar; de tanto seguirlo tu aroma es esencial, de tanto soñarlo, tu sabor me es familiar. ¿Bastará con fingir? ¿Hasta cuándo puede uno actuar? Semillita amarilla, de voz lejana e impía sonrisa. Por ti tampoco podré cambiar.