lunes, 11 de febrero de 2008

Soy televidente (Y)

A los que no pueden dormir


Una de las pocas cosas buenas que tiene el insomnio, es que abre la posibilidad de ver televisión. Como no te queda otra, enciendes la tele para calmar la ansiedad que genera ese nefasto estado que incluye el no poder dormir y el atormentar el cerebro con ideas a menudo negativas. Mi rutina de madrugada incluye algunos programas deportivos (la repetición de N deportes con Coqui González, básico, o Fox Sports Noticias), quizás una película si la agarro al inicio, y sobre todo, las series de Sony o Warner. Últimamente estas series le añaden algo a mis malos pensamientos: la verdad absoluta e irremediable del paso del tiempo. Y me doy con la sorpresa de que estoy viendo un capítulo de Friends por ejemplo, que me resulta muy antiguo, y recuerdo el momento exacto en el que lo vi por primera vez, de estreno, y con la certeza de que ya en ese momento me creía un hombre grande.

Lo gracioso y paradójico es notar que el paso del tiempo es para todos, sin distinciones de género, raza o condición económica. Entonces veo a las estrellas de antaño con sus ropajes fuera de moda y me pregunto cómo fue que tuvieron éxito, o cómo por ejemplo, eran considerados sex-simbols. Hace unos días vi un capítulo, que si no es el primero es el segundo, de la magnífica serie Seinfeld. Jerry lucía casi como un adolescente, Kramer no mostraba aún las características de su extraordinario personaje, George ¡era flaco! Y tenía más pelo, y Elaine ni aparecía. El capítulo era de 1989 y por ese entonces yo era un niño aún, y en el Perú si alguien conocía a Jerry Seinfeld era porque viajaba con constancia. Pero me generó en el alma un sentimiento nostálgico. Y recordé que los capítulos de antaño que mencioné al inicio de Friends, datan de 1999, y entendí que en diez años los cortes de pelo que muestran Joey o Chandler serán risibles, y que es muy probable que a mis hijos Jennifer Aniston les parezca una momia.

Como soy un hombre de costumbres clásicas, y no me gusta mucho el cambio ni la innovación, me he ido perdiendo en esa faceta de adictos a las series que tienen los de mi generación. Y no he incursionado por las nuevas, que tienen otro concepto además. Así que hablar de C.S.I. conmigo por ejemplo es en vano, o Greys Anatomy es para mí tan solo un par de palabras que con seguridad las estoy escribiendo mal. Entonces recurro a las viejas series que han ido moldeando mi manera de ver televisión, de interpretar los chistes de los gringos, de educarme con su consumismo frenético, de enamorarme de sus artistas. Y salvo Two And a Half Man, que me parece espectacular, de las mejores de mi vida, no veo series “modernas”. Soy fanático de Friends, Seinfeld me parece un monumento a la comedia, That 70’s Show es incambiable si la atrapo en el zapping, y Everybody Loves Raymond me encanta. Luego continúo mi pequeño menú serial con My Wife And Kids (ahora la dan en el 13, doblada, y es una burla), Will and Grace (me mato de risa con Karen y Jack), y Scrubs, serie que he descubierto hace poco por cuestiones de horario (ahora la están dando cercana a Seinfeld, y es una buena antesala).

Con esas series me martirizo pensando en el paso del tiempo. Viendo cómo han ido cambiando los rostros de los personajes, sus maneras de actuar, la presentación incluso del programa. Y ni hablar de las series de mi niñez. Por ellas guardo un cariño inquebrantable, porque sumarlas al martirio del paso del tiempo sería un suicidio. Los Años maravillosos (sin duda la mejor de todas), Tres por Tres, El Príncipe del Rap, Quién manda a quién, Paso a paso. Todas vistas en televisión nacional y dobladas, tanto así que verlas en su idioma original molesta al oído. Mencionarlas es como hablar del Chavo del 8. Series para siempre.

Hoy en día veo capítulos de Friends en el que Joey sí parece el personaje pintón y rompecorazones, y no el gordito que hizo su propia serie con escaso éxito. Veo a Phoebe como una rubia atractiva, y no como la vieja lunática que hizo un programa en HBO. En That 70’s Show puedo ver al Eric de los inicios, ese flacucho púber con un sentido del sarcasmo genial, o a Kelso cuando la metamorfosis “mariposona” con la que cuentan las personas atractivas no lo había convertido en ese Sex-Simbol capaz de conquistar a la ex de un duro de matar. A Raimond lo veo aún sin arrugas, y Debra, bueno, ella siempre fue igual. En Seinfeld veo a Jerry vestido de ochentero, y Elaine hasta me parece atractiva y sensual en algunos capítulos, no como la fea ama de casa de su serie Aventuras de la nueva Cristine (para no seguir atormentándome con el inglés),

Pero resulta increíble cómo existen personajes que traspasan las barreras. Jhon Stamos, el tío Jessy de Tres por Tres, es un “árbol de pura pepa” incluso veinte años después de que se diera a conocer en el mundo artístico. Y Jennifer Aniston, mi Rachel, sigue rompiendo corazones en nosotros sus fanáticos cuando nos enteramos de sus romances con mequetrefes de la farándula gringa, cuando su lugar, sabemos, era con Brad Pitt, otro que es como el vino, mientras más viejo… Courtney Cox (Mónica) será siempre bella porque sus ojos son hechiceros, y pese a que bordea los cincuenta, es de las favoritas de muchos. Y Ross tiene el prototipo exacto para reaparecer en unos años en cualquier serie o película y representar un hombre maduro pero exitoso.

El insomnio es duro, y me viene acompañando desde hace años. Me he vuelto fanático de Seinfeld porque lo veo a las dos de la mañana, pasé años de mi vida viendo Friends a las tres, y cuando ya no hay remedio, me gano con El Príncipe del Rap a las cinco. Lo cierto es que la televisión tiene gran responsabilidad en mi condición. Siempre le he tenido tirria a las mañanas y alargo las noches con el control remoto. Como cuando era pequeño y veía los domingos en el canal 2 a Bob Saget (el papá de Michel, Stephany y DJ en Tres por Tres) presentando con una voz de literal imbécil Los Verdaderos Videos Hechos en Casa y el mundo se alegraba porque era la antesala a un programa de “escaso” éxito: Los Simpsons. Y aparecía en mí la nostalgia de que pronto habría que dormir porque se venía el lunes. Y de tan solo pensar en eso me quedaba en mi cama dando volteretas hasta que todos dormían, y si tenía suerte, en la sala de mi casa encendía la tele, y en el canal 13, veía con indiferencia un programa que no entendía muy bien. ¿La serie rosa puede ser? Bueno, algo así.

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