viernes, 4 de enero de 2008

Tantas veces Claudio (P)

Nota: este artículo fue escrito antes de los escándalos de la selección.


Hoy en día es muy fácil ser enemigo de Claudio Pizarro. Basta verlo jugar con la camiseta de la selección. O si se quiere, hojear un periódico o ver dos minutos un programa deportivo. Pizarro ha cambiado de personaje. No es más la esperanza de la blanquirroja, aquel muchacho que dejaba el alma en la cancha y que le festejaba los goles (de otros) en la cara a Chilavert. No es ya el orgullo de un país carente de héroes cada vez que se ponía la camiseta del Bayern Munich. Hoy Claudio es el pituco al que imitan en El Especial del Humor. Es el insensible que no deja entrar a la gente de pueblo a su discoteca. Es el magnate que prefiere gastar en caballos a hacer un gol en las Eliminatorias. Es el engreído del Chemo y el principal hombre que desearían ver fuera del equipo titular la gran mayoría del país.


Pero, ¿todo es malo en Claudio Pizarro? ¿Es en verdad el culpable principal del fracaso de la selección? Creemos que no. Desde nuestra perspectiva siempre hemos defendido la presencia de Claudio como titular. Creemos que no nos podemos dar el lujo de prescindir de un jugador de su calidad. Pero es verdad que las oportunidades han sido muchas, al igual que las decepciones. Claudio Pizarro es una víctima del sistema que rige el fútbol peruano. Es, como diría Juan Villoro sobre Raúl, el mortal goleador del Real Madrid, un jugador de ocho puntos al que en su país quisieron convertir en uno de diez, y que fruto de eso, terminó siendo un jugador de seis puntos. Y un jugador de seis puntos no puede salvar toda una historia condenada al fracaso en nuestro fútbol. Porque mientras más sigan pasando los años y las derrotas, nuestros cracks de antaño serán cada vez más cracks para el imaginario popular, y nuestros actuales referentes, cada vez más malos. Claudio ya perdió esa batalla. No pudo con la responsabilidad de ser la única esperanza futbolera de todo un país. Y cuando tuvo que hacer un gol clave, se le aparecieron en la cabeza la frustración de veintiocho millones de peruanos que confiábamos en él, y el peso fue tan grande que terminó rematando al poste.


Aquel que dice que Claudio Pizarro no suda la camiseta de la selección está equivocado. Es conmovedor verlo jugar en las Eliminatorias. Es un gladiador pero que se enfrenta a los leones. Tiene todas las de perder, pero por ahí saca un lujo, un buen pase, un disparo con criterio, y la afición se contagia. Claro que los leones se terminan comiendo al gladiador, y el resultado que refleja el tablero electrónico del estadio es casi siempre desalentador para el Perú. Claudio ya perdió la batalla y por eso creemos que no debe ser titular. Su presencia, ahora sí, y eso no es del todo su culpa, no es imprescindible. Y tenemos que probar distintas alternativas.


No hay que ser mezquinos y ver también lo positivo en Claudio. Nunca abandonó la selección, como en su momento lo hizo por ejemplo Chemo, cuando también, como Claudio, era nuestra principal arma. Aceptó siempre sin protestar jugar en puestos ajenos al suyo, como no lo hicieron Uribe en el 82 o Solano cuando se le pedía ser marcador. Y a diferencia de los engreídos de la afición (Guerrero, Vargas, Solano) nunca estuvo en contra de jugar en Quito ni se ganó una amarilla porque le daba flojera jugar en altura. Pizarro se puso la camiseta y la cinta de capitán (ojo, no es poca cosa llevarla si notamos que estás representando a un equipo que después va a perder 5 a 1) y estuvo en la cancha cuando más fácil hubiese sido por ejemplo, fingir una lesión.
A Claudio le aplaudimos la entrega, le agradecemos las ganas. Pero le exigimos, con pena, la banca de suplentes. No queremos llegar a ser uno más de ese mar de gente que hoy lo odia.

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